Capítulo 296
Se habían hecho las 9:30 de la noche en algún punto. Anastasia bostezó de manera inconsciente
mientras que miraba por la ventana y se grababa en su cabeza ese cielo nocturno de otoño; daba al
parecer que el invierno ya se asomaba. En ese momento, escuchó un ruido que provenia de la entrada
principal al chalé y supuso que se trataba de Elias y Alejandro, quienes habían regresado de su
caminata. Tan pronto como salió para saludarlos, vio que Elías sostenia a su hijo entre sus brazos
mientras que este dormia con un abrigo que le pertenecía al hombre cubriéndole el cuerpo. Estaba
sorprendida, así que se apresuró hacia ellos y pregunto:
-¿Cómo fue que se quedó dormido?
-Alejandro se cansó de caminar. Lo voy a llevar al dormitorio. -Después de decir eso, el comenzó a
caminar hacia arriba por las escaleras con sus piernas tan largas a la vez que Anastasia los seguía de
cerca.
Elías ya se estaba comportando como todo un padre; colocó a Alejandro con gentileza sobre la cama,
le quitó el abrigo de encima y sus zapatos, lo cubrió con la manta, lo acurruco, movió su cabello tan
profundamente negro que tenía en su frente para colocarle un beso en ese mismo lugar al niño. Ella
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«¿Será que Elías en verdad ama a Alejandro?». Se preguntó. «¿En verdad ama a un chico que no
tiene ningún lazo de sangre con él?». Ella aún estaba un tanto atónita cuando el hombre camino hacia
ella y aprovechó para abrazarla desde la cintura, luego cerró la puerta en silencio. Dentro de su
pánico, dio un rápido paso hacia atrás y estiró sus brazos para empujarlo desde su sólido pecho; sin
embargo, el hombre se le pegó de manera intencional, presentando sus ojos que revelaban un sinfín
de emociones. Esa escena en el baño que había ocurrido hace poco había encendido el fuego en su
interior.
-Elias, para. -Levantó la mirada para verlo con calma-. Tengo algo que decirte.
Parecía como si él hubiera adivinado que eso iba a pasar, pues apuntó con rapidez en la dirección de
la sala de estar en el segundo piso.
–Hablaremos allá. Ella lo siguió con el ceño fruncido, no parecía que estuviera de buen humor que
digamos. El hombre que estaba caminando en frente se dio la vuelta de repente para darle la cara y le
ofreció-: Te puedo permitir que me vuelvas a echar un ojo, si es que consideras que fue injusto. -Solo
le tomó unos segundos para que ella entendiera a lo que se refería.
-No lo quiero -murmuro mientras dirigia brevemente su mirada hacia el de un modo tímido.
-Bueno, tú te lo pierdes. -El hombre que ahora se encontraba detrás de ella sonaba demasiado
confiado. Ella se sentó en el sofá con un aspecto nervioso en su rostro y le dirigió una mirada
enfadada.
-¿Podrías tocar antes de entrar para la próxima?
-Crei que le estabas dando un baño a Alejandro, me disculpo por eso -dijo con total sinceridad;
después de todo, él se había equivocado. Ella ya no quería sacarle más cosas a ese asunto debido a
que lo que había pasado, ya había pasado. Si seguían discutiendo al respecto, solo le añadirian más
vergüenza encima; de todos modos, como fue una mujer que había dado a luz a un pequeño, tampoco
le importó tanto eso.
-Gracias por cuidar y por proteger a Alejandro y a mi durante todo este tiempo. Vi unas noticias esta
tarde que decían que Heriberto había sido arrestado. Como ya estamos a salvo… – Ella expresó lo
que tenía en su mente-. He tomado la decisión de que mañana me llevaré a Alejandro de regreso a
casa.-Las cejas de Elías se apachurraron ante eso.
-Todo habia transcurrido sin algún percance mientras estuvieron aquí, ¿por qué te tienes que mudar?
-Yo ya no puedo seguir fastidiándote… Yo…
-Me gusta cuando lo haces. -La interrumpió cuando estaba a la mitad de terminar su oración y su
Follow on Novᴇl-Onlinᴇ.cᴏmprofunda mirada se quedó fija sobre ella. Anastasia había querido despedirse de manera adecuada,
pero que escuchara que la interrumpiera hizo que parpadeara unas cuantas veces y gruñera:
– ¿Podrias no interrumpirme, por favor?
-Anastasia, permiteme «comprarte». iDime el precio! -Sentado en el sofá, tenia el aspecto de todo un
rey noble y bendecido por Dios. Ella comenzó a sentir que su despedida se estaba desviando cada
vez más y más fuera del camino por culpa de él; ahora molesta, suspiro:
-Elias, ¿podrías permitirme terminar?
-Solo si me prometes que te quedarás. No quiero escuchar alguna otra cosa. Quería actuar como un
terco, pese a que sabía a la perfección que ella de todos modos se iría cuando ya estaba segura de su
decisión. Ella ignoró sus palabras y continuo:
-Gracias por hospedarnos a Alejandro y a mí por tantos dí..
-¿Cómo planeas en agradecerme? – la interrumpió una vez más y dejándola sin palabras por eso.
iQué hombre tan grosero!». Enfureció. En vez de responderle, le lanzó una pregunta:
-¿De qué modo quieres que te agradezca?
-Tú sabes muy bien lo que quiero. -Pero él se la regresó de vuelta. Ella sabía que ese algo era una
cosa que no estaría dispuesta a aceptar, por lo que se hizo la tonta y exclamo:
-idCómo es que podría saber lo que quieres?!
-¿Entonces esas no fueron más que palabras vacías cuando dijiste que querías agradecerme? – El
hombre fingió estar descontento.
-Ejem, por supuesto que soy sincera al respecto. -La mirada de Elías luego cambió para ver